Muerte y Resurección de Jesús, para la Salvación de la humanidad.
Los tres datos nos hablan de una condena política: Jesús muere condenado por el poder romano y en suplicio de esclavos, reservado entonces a los guerrilleros o caudillos zelotes que pretendían suplantar la autoridad de Roma. El trueque con Barrabás parece robustecer esta impresión (Mt 27,15-23).
Jesús ante su propia muerte
Hemos analizado hasta aquí la muerte de Jesús como la Verja objetivamente un hipotético observador imparcial. Se nos plantean ahora dos preguntas a las que habrá que hallar una respuesta: ¿Previo Jesús la posibilidad de una muerte violenta? De ser así ¿cómo pudo integrarla en su proyecto religioso?
Anticipamos la respuesta a estas dos preguntas en forma de una tesis cuyos extremos habrá aue estudiar a continuación:
Jesús no buscó una muerte violenta; conto, sin embargo, con ella y la aceptó integrándola en su provecto religioso de servicio al Reinado de Dios.
Jesús no buscó una muerte violenta
Jesús no fue un profeta temerario que buscase su propia exaltación a través del martirio. Muchos datos evangélicos prueban esta afirmación: para el ejercicio de su ministerio público escogió la Galilea, una región menos Conflictiva que Jerusalén; eludía cualquier acto provocativo innecesario, como cuando quisieron proclamarle rey o cuando rechazaba la confesión pública de mesianidad imponiendo severamente silencio; se escapaba discretamente ante cualquier amenaza prematura y hasta sus horas ultimas parece que quiso evitar la muerte ocultándose en lugares retirados. Puedes ver estas afirmaciones consultando en tu Biblia los siguientes pasajes evangélicos: Mc 1, 14. 34 y 43s; Jn 6, 15.
Pero vivió con la posibilidad de morir violentamente
Aunque Jesús quisiera evitar su muerte, no quiso hacerlo al precio de claudicar de sus ideales. Para Él resultaban irrenunciables las lineas basicas que dibujaban su proyecto. Si quiso mantenerlas a toda costa, Jesús tuvo que ser lo suficientemente realista como para darse cuenta del peligro que Corría su vida en el tenso marco social, religioso y político de su ministerio.
Jesús provocó adhesiones sin límite, pero al mismo tiempo suscitó la más dura Oposición entre sus contemporáneos, a quienes llegó a calificar de «generación perversa o incrédula» (Lc 9, 41); llamó a los fariseos «hiócritas, sepulcros blanqueados, serpientes y raza de víboras, insensatos y ciegos» (Mt 23,13.15.17.23a 27 y 33); llamó «zorro» a Herodes (Lc 13,32) y afirmó que las ciudades de Galilea eran peores que Sodoma (Mt 11, 23).
Estas citas, en su conjunto, reflejan un clímax en la tensión que alcanzó la relación de Jesus con su medio social y, so pena de hacer de él un ingenuo, tuvo que darse cuenta de que su vida se hallaba en peligro. Una condena a muerte podía venirle de tres frentes: el Sanedrín, autoridad judía suprema, que podía ordenar su lapidación; Herodes Antipas, su soberano político inmediato por ser rey del territorio de Galilea, que podía ordenar fuera degollado como Juan el Bautista; el procurador romano Poncio Pilato que podía condenar a muerte y crucificar a todo revoltoso políticamente indeseable.
Jesús aceptó la muerte...
Esta afirmación puede ser expresada de forma negativa: Jesús no se rebeló contra su muerte, por injusta que le pareciera, rechazándola orgullosamente o reaccionando agresivamente contra sus ejecutores. Cuando la muerte violenta se le presenta como consecuencia inevitable de su servicio al Reinado de Dios, entonces Jesús la acepta sin claudicar lo más minimo de sus ideales. Esta actitud de Jesús ante la muerte quedó fijada en la memoria de la comunidad cristiana primitiva por medio de las palabras de la oración en el huerto de los olivos, cuando se dirige a Dios diciendo: «¡Abbá! ¡Padre!: todo es posible para ti, aparta de mí este trago, pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú» (Mc 14, 32-42).
... y la integró como factor de su servicio al Reinado de Dios
La concepción de una muerte abierta a la inmortalidad y causa de salvación y liberación del pueblo se insinúa en dos imágenes bíblicas que conoció indudablemente Jesús:
- La imagen del justo perseguido, «siervo paciente» de Dios, en la que aDarece la idea de la fecundidad de la muerte sufrida en solidaridad con
los hombres está contenida en el libro de Isaías:
"El señor quiso triturarlo con el sufrimiento (al siervo de Jahvé) y entregar su vida como expiación: verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Mi siervo justificará a muchos porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despodo una muchedumbre. Porque exposo su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él cargó con el pecado de muchos e intercedió por los pecadores."
(Os 53, 10*12)
La presencia de esta imagen en los textos evangélicos es reiterada. Tomamos, como referencia sintetiza, el siguiente texto del Evanaelio de Marcos:
" Jesús los reunió (a sus diseipulos) y les dijo:
-Sabéis que los Prefiguran como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen, pero no ha de ser así entre vosotros; al contrario, el que quiera subir, sea servidor vuestro, y el que quiera ser el primero, sea esclavo de todos, porque tampoco este Hombre ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos".
(Mc 10, 42-45)
--- La imagen del sacrificio de alianza como señal de un nuevo pacto o alianza entre Dios y el pueblo. En la cena última de Jesús con sus discípulos, se destaca con Vigor esta segunda imagen acerca de la eficacia liberadora y redentora de la muerte de Jesús en beneficio de los hombres. Su sangre va a ser derramada «por muchos» (Mc 14,24), «por vosotros» (Lc 22, 19ss), «por la vida del mundo» (Jn 6,51).
Si las primeras comunidades cristianas llegaron a interpretar la muerte de Jesús con estas imágenes, no hay motivo alguno para suponer que Jesús mismo no pudiera hacer otro tanto. Es más, cabe pensar que el origen de esta visión de la vida y la muerte de Jesús esté en el mismo Jesús que orientó, ya en vida, tal visión de su destino
2.- "... Y resucitó al tercer día"
Jesús había anunciado la llegada del Reinado de Dios, pero esta llegada no se había producido, y a su anunciador lo Cavaron en una cruz. con la muerte de Jesús parecía que todo había terminado. Su programa religioso se presentaba ahora como la utopia de un iluso. Las autoridades nacionales se había quitado de en medio un problema enojoso. Pero, temiendo cualquier estratagema de los Apóstoles, tomaron sus precauciones: sellaron la puerta del sepulcro de Jesús y pusieron guardia (Mt 27, 66). Los discípulos no tengan ya nada que esperar (Lc 24,21 ).
Pero muy pronto volvemos a encontrarlos, coincidiendo entre si en una noticia inesperada: Jesús estaba vivo. Al principio es solamente un rumor en voz baja, que enseguida se convierte en una proclamación a los cuatro vientos. ¿Qué habia pasado en tan corto espacio de tiempo? Que unos y otros habíj8visto glorioso al Crucificado, y que, en consecuencia, todo volvía a empezar de forma nueva.
A nosotros toca desentrañar el significado que la noticia de la resurrección de Cristo tiene en la fe cristiana. ¿Cómo lograr este objetivo? Examinando los pasajes del Nuevo Testamento en los que ha quedado registrada literariamente la creencia en la resurrección del Señor.
Cuando hoy dia uno se hace cristiano, acepta la fe de la comunidad cristiana en la persona de Jesus, una fe que se remonta, en una sucesión ininterrumpida de creyentes, a la fe de la primera comunidad cristiana. Ahora bien, lo que creyeron los apóstoles y los cristianos primeros sobre la resurrección de Jesús, sólo puede saberse, a través de los textos del Nuevo Testamento en los que ha quedado registrada aquella fe apostólica; por ello análizaremos los pasajes biblicos en los que se expresó la experiencia pascual de la comunidad apostólica.
Vamos a fijarnos en cinco tipos de textos: confesiones primitivas de la fe cristiana; himnos que cantan a Jesucristo exaltado sobre los cielos; discursos de los Apóstoles anunciando la muerte y la resurrección de Cristo; los relatos evangélicos que cuentan las apariciones del Resucitado y la tradición sobre el sepulcro vacío.
La resurrección de Cristo en las primeras confesiones cristianas de la fe
Las fórmulas más antiguas se encuentran en: 1 Tes, 1,10; Rom 8,34; 10,9 y 14,9. Verifica estas citas en tu Biblia. La confesión de fe más completa es la que se halla en 1 Cor 15, 3-5. Su texto es el siguiente:
"Lo que os transmitifue, ante todo, lo que yo había recibido: que el Mesfas murió por nuestros pecados, como lo anunciaban las Escrituras, que fue sepultado y que resucitó al tercer dúa, como lo anunciaban las Escrituras; que se apareció a Pedro y más tardes a los Doce. Después se apareció... (sigue la lista ofcial de testigos)."
Al lenguaje que utiliza este pasaje lo llamaremos lenguaje «de resurrección», porque se fija preferentemente en el hecho de la resurrección, precedido por el de la muerte, según un esquema temporal de antes/después. Antes: la muerte de Jesús y su prueba, la sepultura; después: la resurrección de Cristo y su prueba correspondiente, las apariciones. La sepultura y las apariciones prueban que la muerte y la resurrección|fueron verdaderas.
Los tiempos verbales empleados son significativos: «Murió» en un pasado puntual, murió una vez y allí terminó la acción de morir; pero «ha sido resucitado» es un pasado continuo, ha sido resucitado y permanece vivo para siempre. Que Jesus murió como inocente, lo prueba el inciso apor nuestros pecados»; al no tener pecado, Jesús sólo pudo morir por los pecados ajenos. La expresión gal tercer día», no se refiere a un espacio de tiempo preciso, sino al momento, anunciado por los profetas, en que se produce la máxima intervención salvadora de Dios en la historia. Finalmente, la expresión Según las Escrituras» equivale a decir «conforme al plan previsto y sancionado por Dios» que encuentras en Hech 2,23.
Los himnos a Jesucristo v su exaltación sobre los cielos
Nos referimos aquí a cánticos breves que los primeros cristianos recitaban en honor de Cristo resucitado y que los autores del Nuevo Testamento insertaron en sus escritos. Un ejemplo típico es el de Fil 2,6-11.
"A pesar de su condición divina, Jesucristo no se aferró a su categoría de Dios; al contrario, se despodó de su rango y tomó la condición de esclavo, haciéndose uno de tantos.
Así presentándose como simple hombre, se abajó obediente hasta la muerte, y muerte en cruz.
Por eso Dios le encumbró sobre todo y la concedió el titulo que sobrepasa todo titulo; de modo que... toda boca proclame que Jesucristo es Señor".
Jesús, estando anteriormente en posesión de una categoría divina, desciende a la tierra hecho hombre donde le dan muerte; pero ella le merece su encumbramiento posterior y su nombramiento de Señor universal. Como se ve, este modo de hablar ya no se refiere al hecho desnudo de la resurrección, sino al alcance que la resurrección tiene para Jesús mismo: su exaltación a la derecha de Dios como Señor universal. Por eso, llamamos «lenguaje de exaltación» al lenguaje de estos himnos.
Los discursos de los apóstoles anunciando la muerte y resurrección de Cristo
Se trata de documentos preciosos por su anti,guedad. Han sido conservados en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Encontrarás los principales de estos discursos en Hech 2, 14-39; 3, 12-26; 4,9-12 y 5,29-32. El núcleo central de estos discursos es el anuncio y proclamación de la muerte y resurrección de Cristo. Seleccionamos uno como modelo de esta forma de hablar de la resurrección de Cristo:
«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, escuchad mis palabras y enteraos bien de lo que pasa...
Os hablo de Jesús el Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros, realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de los paganos, lo matasteis en una cruz... por tanto, entérese bien todo Israel de que Dios ha constituido Señor y Mesías al mismo Jesús a quien vosotros crucificasteis».
(Hech 2, 14-39)
En estas palabras se fusionan los dos esquemas y lenguajes anteriores sobre la Pascua: por una parte, el lenguaje de «resurrección» referido a los hechos segun una sucesión cronológica (vida-muerte-resurrección); por otra, el lenguaje de «exaltacion» referido al significado que la resurrección tiene para Jesús: su investidura mesiánica. Fíjate que aquí hemos empleado la palabra «lenguaje», lenguaje de resurrección y lenguaje de exaltación o glorificacion, lo que quiere decir que se trata de expresar de dos formas una misma realidad: la glorificación de Jesus, después de su muerte, por Dios. No se trata, pues, de dos acontecimientos que se suceden, sino de dos formas de expresar un mismo misterio Finalmente, se expresa así algo decisivo de la identidad de la fe cristiana: al acontecimiento de la resurrección y a su significado sólo se accede a través del testimonio de los Apóstoles.
Los relatos evangélicos de apariciones del Resucitado
Clases de apariciones
Utilizando dos criterios distintos, las apariciones del Señor se pueden clasificar en cuatro tipos:
-Según el lugar:
* Apariciones en Jerusalén, donde se encuentra el sepulcro, o en sus alrededores (Emaús o Betania); esta tradición pertenece a Lucas y Juan 20;
* Apariciones en Galilea; tradición perteneciente a Mateo 28,7.10.16 (Jn 21 en un apéndice posterior a su evangelio).
-Según los destinatarios:
* Apariciones oficiales a los Apóstoles reunidos, con el fin de fundar la Iglesia (sacramentos, jerarquía);
* Apariciones privadas a personas individuales (mujeres, discípulos), que no tienen tan marcadamente un carácter eclesial.
Estructura de los relatos de apariciones
A pesar de que los relatos de apariciones tienen unos rasgos bastante comunes, coinciden, sin embargo, en un mismo mensaje, que se deduce precisamente de la estructura narrativa de los propios relatos. Con ligeras variantes, todas las narraciones presentan una misma secuencia que se desarrolla en varios momentos:
-situación:
lugar, día, hora, otras circunstancias;
- presentación inesperada de Jesús. Por esta manera de producirse, la presencia del Resucitado está por encima de las posiblidades humanas; depende en exclusiva de la libre iniciativa de Jesús que se presenta cuando quiere. La aparición no es, por tanto, fruto de los mecanismos psicologicos alucinatorios de sus discípulos. Una traducción fiel del verbo clave tendria que decir que Jesús «se dejó ver» por sus discipulos, no que ellos «le vieron»:
- reconocimiento de Jesús.
La pura presencia del Resucitado no permite, sin embargo, su identificación inmediata. Los discípulos le tienen delante y no le reconocen; parece que Jesús ahora se presenta siempre de incógnito; por eso le confunden con un fantasma, con el hortelano o con un desconocido compañero de viaje. Es necesario un gesto de Jesús (partir el pan), una palabra («Maria»), la palpación de las llagas, etc., para que los discípulos caigan en la cuenta de que Aquel que ven sus ojos es su mismo Maestro crucificado. Pero la iniciativa, tanto en la presentación como en la identificación, parte del mismo Jesús; no depende de la voluntad de sus amigos.
- misión.
En todas las apariciones de Jesús, las oficiales y las privadas, las de Galilea y las de Jerusalén, se Confía a los beneficiarios una misión profética: «Id, avisad a mis hermanos», ssereis mis testigos», «haced discipulos a todas las gentes», etc.
- separación.
Por último, las apariciones terminan con una obligada separación entre Jesus y los suyos. Esta separación inaugura en la comunidad cristiana el nuevo régimen de la fe. Aunque Jesús se quede con sus discípulos «hasta el fin del mundo» (Mt 28,20), ellos tienen que acostumbrarse a prescindir de su presencia corporal, para descubrirle identificado con otros signos: los hombres, los sacramentos, la comunidad de los creyentes, los pastores de la Iglesia, etc.
El sepulcro vacío
Todos los relatos evangélicos de apariciones del Resucitado van precedidos de episodios que se sitúan en el sepulcro de Cristo y que constatan que dicho sepulcro ha sido abierto y está vacio Nos ocupamos ahora de esta circunstancia.
Hay que decir, en primer lugar, que, según los relatos evangélicos, las mujeres y los dissipulos no llegaron a la certeza de que Jesús había resucitado a través de la comprobación del sepulcro vacio, sino exclusivamente por los encuentros que tuvieron con el Resucitado Asi pues, el hecho crudo de que el sepulcro de Jesús estaba vacio no constituye ningún argumento decisivo en favor de su resurrección, puesto que este dato admite otras explicaciones Sin embargo, una vez afirmada la resurrección de Jesús, era necesario que su sepulcro se encontrara vacío. Tres son los motivos implícitos en este fenómeno:
Afirmación de la realidad de la resurrección
Para la fe de los apóstoles, Cristo resucitado no era un fantasma incorpóreo e inmaterial. Era, por el contrario, tan real que tensa cuerpo (La 24,39). Por eso, en el supuesto de la resurrección, el cuerpo de Jesús no podía hallarse en el sepulcro.
Para la antropología (manera de concebir al hombre) bíblica, el ser personal del hombre incluye constitutivamente su corporeidad: el hombre no tiene cuerpo, el hombre es corporal. En este marco cultural, hablar de una resurrección sin cuerpo no habría tenido sentido, los restos mortales de Jesús no podían quedar encerrados en el sepulcro, tenían que haber sido incorporados a su nueva condicion gloriosa.
Hay que entender bien esto; no se quiere decir que la resurrección de Jesus se reduzca a la reanimación del cadáver y sea simplemente una vuelta a esta vida, corpórea y caduca. El tema de la tumba vacia ha dado, en ocasiones, pie a este equivoco. La condición corporal de Cristo resucitado no es la misma que la del Jesus que vivió en la tierra.
Para la mentalidad biblicoqudia, una resurrección real de Cristo implicaba necesariamente la de su cuerpo, y ésta quedaba expresada en el hecho de no hallar su cuerpo en el sepulcro vacio.
Afirmación de la identidad del Crucificado con el Resucitado
Al asegurar que el Resucitado asumió los restos mortales del Crucificado, dejando el sepulcro vacio, los textos están destacando otro aspecto decisivo de la fe pascual; a saber, que el Resucitado es el mismo Crucificado que fue sepultado en el sepulcro de José de Arimatea; uno y otro no son dos distintos, sino uno y el mismo sujeto, la misma persona. El Cristo de la fe pascual no es una invención de los Apóstoles que no tenga nada que ver con el Jesús terreno; por el contrario, es aquel mismo con el que convivieron ellos y que acabó sus días martirizado por la justicia. La resurrección de Jesús tiene así una referencia obligada a su muerte y, a través de ella, también a su vida. Vida-muerte-resurrección son los tres momentos orgánicos de una sola aventura religiosa protagonizada por la misma persona: Jesús de Nazaret.
El triunfo sobre la muerte
Hay una relación directa entre el sepulcro vacío y el sepulcro abierto. Con el sepulcro cerrado, no se hubiera podido constatar la ausencia del cuerpo de Jesús. La circunstancia de que la piedra que cerraba la entrada estuviera removida no ha sido narrada porque Jesús resucitado tuviera necesidad de abrir la entrada para poder salir del sepulcro. Según narraciones de apariciones Jesus, se hace presente en una sala cuyas puertas estaban cerradas. Todo hace pensar, pues, que el motivo de la piedra removida encierra una intencionalidad teológica.
En efecto, el sepulcro significa el reino de la muerte. Cerrar su puerta es hacer irreversible el paso de la muerte, de donde no se puede retornar. Pero puesta a un lado, la piedra significa la derrota del reino de la muerte por el poder divino (un ángel) que, no solo resucita a Cristo, sino también a otros muchos en la muerte de Jesús (Mt 27,52).
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